Un Abordaje Integrador del Estrés

Podemos entender el estrés como algo muy sencillo, ya que es simplemente ACTIVACIÓN DEL ORGANISMO.

 

Y podemos entenderlo también como algo muy complejo si atendemos a sus causas, formas de abordarlo terapéuticamente y complicaciones asociadas con él.

 

Tendremos en cuenta ambas perspectivas…

 

Podemos hablar de un Estrés Bueno, que sería la activación puntual o momentanea (que no dura mucho tiempo) y de una intensidad ajustada a la situación. Y de un Estrés Malo (o respuesta de estrés desajustada y perjudicial) el que se instala y cronifica y es de una intensidad no ajustada a las demandas del ambiente (a menudo la activación es más alta de lo conveniente, pero también puede ser más baja).

 

Obviamente contra el estrés bueno no hay que hacer nada más que agradecerle que esté ahí, ya que sin él no podríamos sobrevivir (cualquier esfuerzo ya fuese físico, mental, sexual, etc. sería inviable).

 

Hacia lo que debemos dirigir nuestros esfuerzos de comprensión y abordaje es, por supuesto, hacia el estrés crónico, que constituye hoy día en nuestra sociedad una auténtica pandemia y está en la base de múltiples problemas de salud, del malestar emocional y de un bajo rendimiento (social, personal, laboral, etc.)

 

El Estrés Crónico favorece desde luego los trastornos de ansiedad y depresión, pero también la mayor parte de las más graves enfermedades médicas (cáncer, diabetes, infartos, neurodegenerativas). Por otro lado nos impide o dificulta gravemente el sosiego, la serenidad, las relaciones sexuales, el sueño, las digestiones, etc., nos produce dolores, malas digestiones, explosiones de rabia, etc., nos dificulta la concentración, la memoria, la creatividad…

 

Como vemos, las consecuencias del estrés crónico son devastadoras y dado que está tan extendido en nuestro tiempo y nuestra sociedad, es tan conveniente entenderlo mejor y tratarlo de manera más efectiva, de ahí la propuesta de un

 

 

ABORDAJE INTEGRADOR DEL ESTRÉS

 

 

Por un lado creo que es importante tener en cuenta una

 

PERSPECTIVA LONGITUDINAL (O TEMPORAL) DEL ESTRÉS:

 

  • Habría un Estrés proveniente del Pasado, relacionado con las vivencias pasadas y cómo las afrontamos, nuestras experiencias de éxito y de fracaso, las ideas o creencias que a partir de ellas fuimos contruyendo sobre nosotros mismos, la vida, el mundo y los otros, que condicionará nuestra manera de afrontar las situaciones actuales, nuestra conducta, nuestros estados emocionales, nuestra manera de pensar y relacionarnos y, consiguientemente, nuestro nivel de activación, es decir, nuestro nivel de estrés.

 

  • También tendremos un Estrés del Presente, esa presión del tiempo en el día a día, los ruidos, humos y atascos, el trabajo, una enfermedad propia o de un ser querido, etc. circunstancias que tienden a activarnos y que si no gestionamos adecuadamente, desarrollando habilidades para que el estrés puntual no se cronifique o sea excesivo, pueden también llegar a pasarnos factura.

 

  • Y en tercer lugar y quizás la parte menos comprendida y abordada, sería un Estrés del Futuro, una tensión producida por el alejamiento (o el no acercamiento) entre nuestra esencia y cómo nos comportamos, entre nuestra potencia y nuestro acto, entre quienes somos en realidad y lo que parecemos o mostramos… podríamos referirnos a él también como Estrés Existencial.

 

 

Pero no menos importante es tener en cuenta la

 

PERSPECTIVA TRANSVERSAL DEL ESTRÉS:

 

Resulta evidente cuando uno va conociéndose a sí mismo que dentro de sí hay varios ámbitos, relacionados y complementarios, pero diferenciados también, que precisan una atención y comprensión paralela y distribuida para favorecer un desarrollo integral de la personal.

 

Podemos defender que son 3 o que son 5 o que uno debería llevar este nombre y no el otro… en fin, en estas cuestiones no creo que haya verdades absolutas y definitivas, pero si creo que es importante tener un modelo que nos ayude a una mejor comprensión de nuestra realidad y la de nuestros semejantes, que, por otro lado, no confundamos con la realidad en sí (“no confundir el mapa con el territorio”).

 

Yo propongo (y desde luego este modelo no es ninguna iluminación -ni siquiera marcadamente original, aunque sí tiene algo propio- sino el fruto del análisis de las relaciones entre unos y otros modelos desarrollados por personas muy conscientes y capaces, llevado a cabo y enriquecido con mi propia experiencia sensible en lo personal y lo profesional) el siguiente, no porque tenga que ser así, sino porque a mí “me cuadra”:

 

Cuando uno resuelve, atenúa o reconduce los efectos de las vivencias estresantes del pasado, desarrolla habilidades para gestionar el estrés del presente y se alinea consigo mismo para reducir el estrés existencial, para todo lo cual es importante la comprensión transversal de uno mismo, el reconocimiento de uno mismo en los distintos ámbitos del ser, entonces está abordando el estrés de una manera integral.

 

Y esto incluye mejorar la alimentación, reducir la exposición a tóxicos (de todo tipo, no sólo ambientales, sino también, por ejemplo, emocionales) llevar una vida más activa (no sólo a nivel físico sino también, por ejemplo, a nivel creativo) desarrollar la inteligencia emocional, curar los traumas del pasado, vivir más en coherencia con uno mismo…

 

Y todo ello, aunque visto en conjunto puede parecer una tarea inabordable por su magnitud y complejidad, analizada en sus distintos aspectos, abordada con las herramientas adecuadas y trabajada con motivación e inspiración, no sólo resulta posible, sino tremendamente enriquecedora y apasionante, más aun, pienso que representa la auténtica aventura: la de ir siendo cada vez más uno mismo.

 

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